¿Os habíais preguntado alguna vez cuál sería el cementerio más grande de España? Pues sí, está en la capital, Madrid, y es el de la Almudena, con sus 120 hectáreas de extensión y unos cinco millones de sepulturas.
No hace falta que sea 1 de noviembre para visitar los camposantos, porque muchos de ellos merecen ser conocidos en cualquier época del año, bien porque estén impregnados de obras de arte, por su antigüedad, por su importancia histórica o, simplemente, por las curiosidades que encierran detrás o por los personajes que descansan en ellos.
Situado en el distrito de Ciudad Lineal, la amplitud de la Almudena (120 hectáreas, como se dijo), lo convierte no solo en el más grande de España, también en el más extenso de Europa occidental. Inaugurado en 1884, es una parada obligada para los amantes del arte.
Además alberga más de un centenar de personajes célebres que aquí reposan. Entre ellos, políticos como Dolores Ibárruri, “La Pasionaria”, Pablo Iglesias, Marcelino Camacho o Enrique Tierno Galván. También médicos y científicos como Santiago Ramón y Cajal o poetas y novelistas como Vicente Alexandre y Francisco Umbral. Y artistas como Antonio y Lola Flores o Estrellita Castro están ahí. También el inolvidable Miguel de la Quadra-Salcedo, reportero, promotor cultural y atleta que fundó y dirigió el programa de estudios y aventuras Aventura 92, posteriormente conocido como Ruta Quetzal, que ha relanzado su hijo Íñigo, muy vinculado con Galicia y con Carril en particular.
Casarse con una vilagarciana trajo a Íñigo a la comarca arousana, donde vive junto al mar y donde quiere dar continuidad al legado de su padre. De hecho, ya lleva tiempo haciéndolo y lo repitió este verano, donde los ruteros adolescentes de la Quetzal se dieron cuenta de que es posible vivir sin móvil, sin redes sociales y agradeciendo la comida que les dan en cada pueblo.
“La mayor y más emocionante expedición que podemos realizar es hacia dentro de uno mismo”, dijo una vez Miguel de la Quadra, y ahí está su obra para constatarlo. Y como la razón de ser de los cementerios es mantener viva la memoria de los que reposan en ellos, este gran museo urbano al aire libre se divide en tres partes: el cementerio civil, el cementerio hebreo y el católico, el más extenso de todos. La visita depende de los intereses de cada uno, ya que se puede hacer una general a todo el cementerio (implica bastante caminata, eso sí), enfocarse en los personajes célebres o demorarse en la arquitectura y esculturas de las tumbas, que abarcan todos los estilos.
Porque en este camposanto si algo hay, es arte. Un sinfín de capillas, panteones, y mausoleos que engloban desde el neorrománico al neogótico, ecléctico o modernista, auténticos tesoros artísticos. El cementerio de la Almudena comenzó a ejercer su función el 15 de junio de 1884, más rápido de lo que se había previsto inicialmente, debido a una epidemia de cólera. La idea de trasladar los cementerios a las afueras de las ciudades ya rondaba en la cabeza de Carlos III, aunque fue durante el reinado de José Bonaparte cuando realmente se comienzan a construir los primeros enterramientos extramuros.
En 1905 el arquitecto municipal Francisco García Nava se hizo cargo de las obras, dándole al complejo la apariencia que ha llegado a nuestros días. En 1925 se inauguró oficialmente la necrópolis, que ahí sigue, con sus bellos panteones y esculturas para toda la eternidad.