Existen en todas las culturas y desde tiempos remotos. Se erigen sobre el suelo y su función a través de los tiempos ha sido conmemorativa, funeraria, religiosa o mágica. Hablamos de las estelas, importantes documentos para historiadores y arqueólogos, especialmente si llevan inscritos símbolos, signos o figuras. Aquí en Pompas Fúnebres vamos a repasar algunas de las más representativas de la historia.
Desde la antigua Grecia hasta Egipto, pasando por todo el mundo, las estelas han sido parte de la cultura humana desde tiempo inmemorial. Entre las más famosas se encuentra la piedra Rosseta, fragmento de una estela que facilitó el desciframiento de la escritura jeroglífica egipcia. Es la piedra más visitada del Museo Británico pero no por su belleza o por su monumentalidad sino por ser la llave para entender por fin los jeroglíficos, cuyo significado se había perdido en el siglo IV. El francés Jean François Champollion consiguió desentrañar el secreto de aquella escritura olvidada.
Para los aficionados a la historia, los vaivenes de esta piedra fueron apasionantes. La pieza, un bloque irregular de granodiorita de 762 kilos, de 112,3 centímetros de altura, 75,7 de anchura y 28,4 de grosor, apareció durante el final de la campaña de Egipto y Siria llevada a cabo por Napoleón Bonaparte, en la que las tropas francesas se enfrentaron a las británicas y sus aliados turcos. Durante las obras de refuerzo del fuerte de Saint Julien, cerca de la ciudad de Rashid (renombrada como Rosetta por los franceses) los soldados tropezaron con ella cuando estaban demoliendo una pared.
Hallada el 15 de julio de 1799 por el soldado Pierre-François Bouchard la piedra original acabó en posesión inglesa bajo la Capitulación de Alejandría. Transportada a Londres, está expuesta al público desde 1802 en el Museo Británico.
Otra estela famosa es la de Hammurabi, una pieza babilónica que contiene una colección de normas, la primera recopilación de leyes escritas de la Historia de la Humanidad. En ella se hallan grabadas las 282 leyes del Código del mismo nombre, donde el rey Hammurabi (1792-1750 a.C.), las recibe de manos del dios Shamash. Fue encontrada en Susa (Irán) en la excavación dirigida por Jacques de Morgan a comienzos del siglo XX. Está realizada sobre un monolito de basalto negro, de formas casi cilíndricas, algo irregulares, que impresiona con sus 2,25 metros de altura. Hoy se expone en el museo del Louvre.
En su versión de monumentos funerarios, las estelas son losas de diferentes formas (rectas, circulares…) elaboradas en piedra de aproximadamente 1,50 de altura. Amenudo tienen grabados conmemorativos como nombres, fechas de nacimiento y muerte, frases o versículos bíblicos. También pueden tener figuras de ángeles, cruces o símbolos religiosos. Su función es similar a la del epitafio sepulcral realizado sobre losa, aunque en su origen su uso debió ser únicamente funcional, marcando el lugar del enterramiento.
Como monumentos funerarios se clavaban en el suelo, ante la tumba, antes de que se generalizara la costumbre de emplear la cruz como símbolo cristiano. La decoración es variada, desde la roseta de varios pétalos ya utilizada por el arte romano y luego por el románico y el gótico a los símbolos geométricos, normalmente con un sentido simbólico.
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