«A danza do abellón», en castellano «La danza del abejorro», es una tradición funeraria gallega propia de la zona de las Rias Baixas. ¿Quieres conocer más sobre ella? A continuación te lo contamos todo.
¿De qué trata esta tradición funeraria?
Alfredo Brañas recogió esta particular tradición en el año 1884, en uno de sus poemas satíricos, titulado como el mismo ritual «O Avellón».
Nos cuenta que, tras asistir a un velatorio, fue testigo de cómo la familia se reunía para hacer una comida compuesta por pan, sardinas saladas y, mucha aguardiente. Las horas pasaban, la tristeza y la pena por el difunto dejaban paso a un ambiente festivo potenciado por la gran cantidad de aguardiente consumida.
Ante la mirada atónita de Alfredo, los jóvenes realizaban juegos de prendas, en los que el perdedor tenía como castigo besar al muerto.
Una vez que la noche ganaba terreno, vió que todos los familiares se iban a la habitación del difunto, se posicionaban alrededor del cuerpo y cogiéndose de las manos comenzaban a girar en torno a él haciendo el sonido del zumbido de las abejas, cada vez giraban más rápido.
Las reglas de este ritual eran claras: quien lo interrumpiera o hablase, sería el próximo en encontrar la muerte.
El ritual acababa cuando el familiar más anciano lanzaba un «aturuxo», este sonido rompía el trance del ritual y todos los familiares se soltaban.
Al finalizar esta tradición, daba comienzo el luto de forma oficial.
¿De dónde viene esta tradición funeraria?
A día de hoy no se puede fijar un origen real de esta tradición, únicamente sabemos que en Rumanía, más concretamente en una pequeña aldea llamada Duboka, existía una tradición semejante, aunque su finalidad era festejar el inicio de la primavera.
También sabemos que las abejas, desde tiempos inmemoriables, se han considerado animales asociados a las almas y a la muerte.
Existe constancia de que las abejas, como elementos místicos, no sólo son exclusivas de la Galicia rural. En zonas de Escocia e Inglaterra, cuando alquien fallecía, un familiar cercano era el encargado de hacerle llegar la noticia a las colmenas domésticas. Una tradición Vasca nos cuenta que para avisarlas del fallecimiento, se daban pequeños golpes en las paredes de sus colmenas y esto hacía saber a las abejas que tenían que fabricar más cera para las velas que iban a alumbrar el camino del difunto.
Muchos son los ancianos que recuerdan este ritual como un juego de patio del colegio. Los niños se agarraban de las manos y comenzaban a girar haciendo el característico zumbido de las abejas. El primero que hablase o dejase de hacer el zumbido perdía, los demás niños le gritaban: «Morreu, morreu» quedando expulsado del juego y no pudiendo volver a jugar hasta la siguiente ronda porque «estaba morto».
¿Cómo llega a nosotros este ritual funerario?
Los insectos voladores siempre han formado parte de la tradición funeraria, muy probablemente por la visión de un cadáver rodeado de moscas o abejas, en el que, además, dejan sus larvas. Muchas son las sociedades que, a lo largo de la historia, han creído que el alma era transportada al cielo por este tipo de animales, existiendo para ser vehículos del alma.
Los Pigmeos, por ejemplo, tienen la creencia de que una vez mueren, su borupi «ritmo o vida» es llevada por una mosca lejos de su cuerpo. En muchas zonas de América, aún a día de hoy, se representa el alma como una mariposa. Las Melissai, sacerdotisas en Éfeso y Eleusis, imitaban el vuelo de las abejas en sus danzas rituales. El Chamanismo Siberiano reconoce en la abeja un animal que transporta el alma de una persona.
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