De rito funerario presente en casi todas las sociedades, a su casi desaparición. El negro ha sido desde siempre la expresión cultural del duelo pero en los últimos tiempos es cada vez más frecuente asistir a un entierro o a un funeral y encontrar personas vestidas de colores, incluso llamativos. ¿Dónde está el término medio, qué ha pasado con los ritos y las costumbres? Vamos a averiguarlo y a tratar de arrojar un poco de luz sobre el asunto.
El luto, ya se sabe, es la expresión formalizada de responder a la muerte. La muestra externa de la pena y el duelo por el fallecido. El color negro simboliza ese respeto porque es la ausencia de luz. La costumbre de vestir –o pintarse–de negro en los funerales se remonta a tiempo inmemorial, desde tribus ancestrales al Imperio romano pasando por otras civilizaciones.
En España se institucionalizó en el siglo XVI debido a la Pragmática de Luto y Cera promulgada por los Reyes Católicos en 1502. Aunque la legislación es extensa y con pormenores –de la que se hablará en otra ocasión–, la norma establecía el negro como color de luto y trajo recato a los funerales prohibiendo las manifestaciones exageradas de dolor, como en el caso de la contratación de plañideras, puesto que, cuantas más había, más ostentoso era el funeral. También se establecía quien debía llevar luto y quien no y el tiempo correspondiente.
Con los distintos reyes el marco legislativo se fue modificando pero las costumbres populares se mantuvieron. Felipe V, por ejemplo, limita de un año a seis los meses de encierro de la viuda y establece ese mismo período el luto para los consanguíneos del finado. Carlos III aprueba una nueva pragmática sobre el número de velas por el fallecido y el uso de telas.
Con la llegada del siglo XX el negro, además de ser el color del luto, pasó a tener otros usos. Dicen que fue la diseñadora Coco Chanel quien lo recuperó como un básico que no puede faltar en ningún armario, símbolo de elegancia. Si bien, no ha dejado de utilizarse en velatorios y funerales aunque de forma mucho más laxa que antaño.
Hasta mediados del siglo XX era frecuente en España que las mujeres, transcurrido el periodo de luto riguroso, vistiesen de “alivio”, expresión que hacía referencia a los colores que podían usarse, normalmente violeta o gris. Hoy esto parece casi materia de la antropología, pero en un pasado reciente existía todo un protocolo y duraciones claras al respecto. Se hacía para que el paso del negro riguroso a vestir con tonos “normales” no fuese brusco y podía hacerse solo con los colores referidos o mezclándolos con algún tono más claro de forma discreta (una pañoleta, las medias…).
El luto no se limitaba a la ropa. Tenía otras exigencias que hoy parecerían incomprensibles. Mientras duraba el tiempo de duelo los deudos no podían asistir a bailes, festejos o lugares públicos de diversión, además de bodas u otro tipo de acontecimientos. La duración variaba de unos pueblos a otros.
Según el país y las culturas cambian los colores y las tradiciones, como en el caso de los países asiáticos, en los que el blanco se asocia con la palidez de la muerte pero también con la pureza del alma una vez que abandona el cuerpo terrenal.