Si en Galicia hay lugares fascinantes, llenos de misterio y encanto, en los que las piedras hablan y cuentan leyendas, uno de ellos está en el municipio lucense de Outeiro de Rei, donde las moles graníticas de las Penas de Rodas vigilan el paisaje desde tiempo inmemorial. Este conjunto monumental tan simbólico como histórico está en la parroquia de Santiago de Gaioso, lugar en el que se alzan las rocas de caprichosa belleza. Parece que están a punto de caerse, pero ahí siguen, dominando un paraje a más de seiscientos metros de altitud.
Como toda buena piedra gallega tiene su leyenda asociada y la que aquí corresponde cuenta que uno de estos dos gigantes tiene un tesoro en su interior. Uno de ellos está lleno de oro y hará enormemente rico a quien lo encuentre; en cambio, el otro solo contiene alquitrán y si se rompe inundaría y asolaría toda la comarca. Nadie ha osado profundizar en las entrañas de los penedos para certificarlo pero sí está comprobado que se trata de un lugar asociado a antiguos ritos y creencias, ya que está rodeado de petroglifos, mámoas, castros y yacimientos.
Según algunas de las hipótesis que se barajan, este conjunto megalítico incluso podría haber sido uno de los primeros calendarios solares de la humanidad. En cualquier caso, se trata de un lugar de culto que tuvo enorme importancia en la antigüedad. Se habla de observatorio astronómico de la época de los romanos o, retrocediendo más en el tiempo, de un viejo altar indígena.
Todo es posible ante estas Penas de Rodas que superan los quince metros de altura. Podrían ser un capricho dibujado por el viento y la erosión durante miles de años, o puede que hubiese intervenido la mano del hombre. Por su orientación coinciden con la puesta de sol el día del solsticio de verano y de invierno, de ahí la teoría de que podrían ser un calendario solar.
Sea como sea, ahí están para disfrute de visitantes y reto de historiadores. De las múltiples teorías asociadas a estas piedras hay quien ve un matrimonio simbólico entre el sol y la tierra, mientras que otras sostienen que fue santuario pagano.
Como todo lo mágico requiere una base tangible, alrededor de las Penas de Rodas existe un área recreativa provista de mesas, fuentes y sombra que sirve de ocio y descanso para los del más allá y los del más acá. Algo muy mundano que permite disfrutar de una comida o una merienda casi al pie de las misteriosas rocas.
Las Penas de Rodas son uno de esos lugares gallegos que hay que conocer una vez en la vida por su historia y su singularidad. Además, este espacio natural, junto con otros elementos de la zona en forma de bosques, ríos o lagunas está declarado Lugar de Interés Comunitario integrado en la Reserva da Biosfera Terras do Miño. El poeta de la tierra, Manuel María, dedicó versos a estas piedras fascinantes: En Gaioso, ollando a Chá/ hai dúas penedas ergueitas/ ¡Semellan non ser verdá/redondeces tan ben feitas! (…)”.
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