El culto a la muerte en Galicia es una tradición arraigada dentro de la cultura popular que se ha conservado a lo largo de los años. Desde Pompas Fúnebres de Arosa queremos explicarte un poco más sobre este tema.

El origen de los velatorios se remonta a la Edad Media, donde en las casas ricas solía haber vajilla de estaño, material oxidable con ciertos alimentos y que daba a lugar a envenenamientos. En concreto, el contacto entre el estaño y la cerveza produciría efectos narcolépticos similares a un fallecimiento, por lo que era muy habitual en la época que se despertase un fallecido en medio del entierro o del funeral, atribuyéndolo a un milagro o a una obra del diablo.

Para evitar este susto, se inició la práctica del velatorio, que consistiría en velar durante unas horas (normalmente toda la noche) el cuerpo del difunto. Así, su objetivo inicial no sería llorar al fallecido, sino comprobar que realmente estaba muerto.

Los velatorios en Galicia estaban acompañados por el sonido de las plañideras, quienes mostraban el dolor por la pérdida del fallecido a través de gritos y llantos. Sus lágrimas eran recogidas en un jarrón que era enterrado con el difunto, y su presencia era un significante de la clase social del mismo. La tradición de las plañideras arraigó en muchas tradiciones y culturas, quedando en desuso en el siglo XVIII, pero sobreviviendo en algunas zonas rurales de Extremadura, Canarias y Galicia.

Un ejemplo de esto es el pueblo pesquero de Cangas do Morrazo, en la ría de Vigo, donde las plañideras realizaron su trabajo hasta principios del siglo pasado. Al ser un pueblo pesquero, el mar se cobró las vidas de muchos de sus hombres, y estas profesionales lloraban por las desgracias ocurridas. De hecho, de aquí nace la expresión “ir a chorar a Cangas” cuando alguien llora sin sentido.

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